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Certificación en oncología y el statu quo
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Marzo 7, 2024

Certificación en oncología y el statu quo

Marzo 7, 2024

Como todos los años, desde hace más de 30 años, se lleva a cabo el examen de certificación para las diferentes especialidades relacionadas con el tratamiento del cáncer. Los nuevos especialistas en oncología médica, oncología quirúrgica, oncología pediátrica, cirugía oncológica pediátrica y gineco-oncología deben presentar una evaluación ante el Consejo Mexicano de Oncología (CMO) con el objetivo de obtener su certificación correspondiente y poder ejercer la oncología (los especialistas en radio-oncología se certifican en un Consejo diferente al CMO).

Con el apoyo de una prestigiada universidad, el examen de certificación está desarrollado de una forma objetiva y profesional. Se cuenta con diversos filtros y mecanismos para garantizar que los sesgos se reduzcan a lo mínimo, mientras que los posibles errores puedan ser identificados y corregidos mejorando año con año la “neutralidad” del examen o de quienes lo aplican.

Actualmente, la certificación por pares consiste en dos pruebas: un examen escrito seguido de una evaluación presencial ante un jurado conformado por oncólogos de la misma especialidad. Las preguntas del examen escrito son revisadas continuamente para garantizar la correcta redacción, desechar planteamientos erróneos y mantener actualizada la información científica; por otro lado, en el examen con sinodales o presencial, se cuenta con un “diseño y control del proceso facilitando la neutralidad” de los miembros del jurado.

Cuando yo terminé la especialidad en oncología médica, hace unas dos décadas, existía una tercera evaluación la cual consistía en un examen práctico en un hospital diferente al de formación. Uno acudía al hospital designado por el CMO, en donde un médico de la institución seleccionaba un paciente hospitalizado o una cirugía oncológica y se procedía a evaluar las destrezas clínicas o quirúrgicas del sustentante; la imposibilidad de controlar el proceso, garantizar neutralidad, evitar que se asignaran casos infrecuentes o preguntas no correspondientes a la especialidad, aunado a un potencial efecto de péndulo, llevó al Consejo a eliminar esta evaluación después de un exhaustivo análisis.

Ahora bien, regresemos al presente. Debemos considerar que el tiempo destinado para ser oncólogo en el país abarca los años de estudio de la carrera de medicina (más servicio social), el estudio de una especialidad troncal (medicina interna, cirugía, pediatría o ginecología), más el estudio de oncología; es decir, estamos hablando de 12 a 14 años a lo que le deberíamos de sumar los años de enseñanza básica y media/media-superior. En promedio, los especialistas en oncología terminan su formación a los 30 o 32 años y, es en ese momento, en el que deben someterse a una evaluación que determinará si las décadas de estudio previo valieron la pena, ¿quién puede estar tranquilo ante una situación así?

Evidentemente la evaluación y certificación no se puede omitir, lo que está en juego es la salud de las personas (antes que la certificación de un médico), por ese mismo proceso han pasado cientos de oncólogos y no deben existir excepciones.

A lo largo de muchos años he tenido la posibilidad de participar con el Consejo como consejero de diferentes jurados evaluadores, vocal del Consejo y secretario del CMO, así como director del examen de certificación en oncología médica, lo que me ha permitido ampliar mi visión del proceso de certificación. En mi opinión, estrictamente personal, creo que se debería de evaluar la pertinencia de mantener el examen presencial con sinodales, creo que debemos abrir el debate de la forma en que se hace la evaluación y considerar si es factible mantener solo un examen escrito para los sustentantes como se hace en múltiples procesos de certificación a nivel mundial. Esta es una decisión que requiere de un profundo análisis.

A mi parecer, una desventaja del examen presencial es el hecho de que los sustentantes están bajo una gran presión y ésta es mayor en una evaluación presencial versus escrita. Si bien, la evaluación presencial utiliza un sistema de asignación de tema al azar e impide que el jurado seleccione el tema o la calidad de las respuestas, al final, el azar puede jugar a favor o en contra, es decir, puede seleccionar un tema en el que el ponente tenga amplios conocimientos (y desconocimientos importantes en otros temas) o puede asignar uno de los pocos temas en los que el sustentante no tenga un conocimiento amplio (pero sí un amplio conocimiento de otros temas).  En ocasiones, la presencia de oncólogos frente al sustentante lo puede hacer dudar de sus capacidades. Al final, el azar y el estrés son dos variables que entran en juego en la certificación. Quizás una evaluación presencial por pares tenía sentido cuando se podía disponer de mucho tiempo, horas o días para generar una opinión acerca del sustentante; sin embargo, en la actualidad, debemos emitir una evaluación en menos de una hora, ¿quién puede evaluar la capacidad de una persona con décadas de estudio y unos 12 a 14 años de medicina y oncología en unos minutos sin correr el riesgo de equivocarse? Quizás deberíamos de pensar si no se trata más de un asunto de “egos” en donde nos queremos abrogar la capacidad de decidor acerca del futuro de una persona, más que de sus capacidades académicas.

Quizás, y solo quizás, estamos en el momento en que debemos evaluar la utilidad, pertinencia y valor de un examen presencial. Quizás dar un paso adelante y evaluar la pertinencia de dejar solo un examen escrito es un asunto que debería de estar en la mesa de discusión. Las ventajas son evidentes, un solo examen para todos, eliminar la subjetividad o desviaciones de los jurados y permitir que la evaluación sea exactamente la misma para todos. Dos ventajas adicionales son el hecho de una reducción de los costos onerosos de un examen presencial (si bien, esto no es una variable mayor para decidir un cambio, sí se debe tener en cuenta que los ingresos de los Consejos están limitados por ley a la cuota que se cobra a cada sustentante) y, en segundo lugar, permitiría hacer un examen varias veces a lo largo del año. En la actualidad, el examen es anual y si una persona no aprueba debe de esperar un año para poder presentarlo nuevamente.

No se trata de cambiar por cambiar, se requiere de un profundo análisis académico apoyado en instituciones serias, lo importante es poner sobre la mesa las diferentes opciones y decidir cuál es la mejor. Lo único que puede ser peor es no discutir el tema, quedarnos con la idea de que siempre se ha hecho de una forma y no se puede cambiar o, peor aún, mantenernos en el miedo al cambio por el simple hecho de ser un cambio.

 

Dr. Fernando Aldaco Sarvide
Oncólogo Médico
Ciudad de México, México