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Farmacoeconomía y cáncer
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Agosto 7, 2024

Farmacoeconomía y cáncer

Agosto 7, 2024

Uno de los grandes problemas en la atención de pacientes oncológicos es el financiamiento de los tratamientos. A lo largo del tiempo, el incremento en el costo de las nuevas opciones terapéuticas se ha elevado de forma permanente, haciendo insostenible el acceso a los mejores tratamientos a un porcentaje alto de la población. Maximizar los recursos limitados con que se cuenta es uno de los principales objetivos de cualquier sistema de salud público. Desde hace muchas décadas, la farmacoeconomía se ha convertido en un aliado de la oncología mediante las evaluaciones económicas de las tecnologías sanitarias.

Si nos ubicamos en la visión que tenemos los profesionales de la salud responsables del tratamiento de personas con cáncer, podemos ver que tenemos una visión limitada, poco sólida y, en muchas ocasiones, ideas erróneas acerca del papel y la utilidad de las evaluaciones económicas. Por un lado, podemos escuchar frases muy simples acerca del costo de un tratamiento (v.g., “ese tratamiento es muy caro”) que no reflejan una correcta evaluación; en realidad, se trata de una percepción personal. En el otro extremo está el error de pensar que se pueden trasladar evaluaciones económicas de otros países (v.g., las guías NICE) a todos los países como si el problema oncológico, el financiamiento, los recursos disponibles, los costos y el sistema de salud fueran el mismo a nivel global. En mi opinión, ese es uno de los errores más frecuentes que se cometen en los países que no cuentan con equipos adecuados para realizar evaluaciones económicas de las tecnologías sanitarias oncológicas. Considerar que un tratamiento se le puede ofrecer o negar a un paciente a nivel local con base en la aprobación por agencias externas (v.g., NICE) me parece una aberración; sin duda alguna, las evaluaciones externas pueden ser de gran utilidad e interés, pero no se pueden considerar “intercambiables” entre los países. Contemplar la complejidad, así como las implicaciones de una opinión técnica favorable o desfavorable, todas las evaluaciones económicas deben ser realizadas a nivel local por expertos en el área, idealmente, por unidades institucionales.

Otro de los aspectos en los que podemos tener errores de percepción es el peso que le podemos dar a una evaluación económica y considerar que los resultados del análisis están por encima de la clínica. Una evaluación económica, como su nombre lo dice, evalúa la nueva tecnología sanitaria y sus repercusiones económicas en un sistema de salud (positivas, negativas o neutras), pero no permite conocer cuál es “la mejor opción” terapéutica desde la visión clínica. En ocasiones es frecuente escuchar que se citan a las guías NICE como referencia para utilizar o no un tratamiento. En mi opinión, fuera de una discusión académica, eso es un error, ya que las guías solo nos están diciendo qué es lo que se considera en Inglaterra como la mejor opción de tratamiento considerando el costo de la intervención y los potenciales beneficios. Lamentablemente, en muchas ocasiones, la mejor relación costo-efectividad/utilidad no siempre la tiene el fármaco que ofrece la mayor eficacia clínica (tasa de respuestas, supervivencia libre de progresión, supervivencia global, etc.).

Por motivos profesionales, tuve la oportunidad de estudiar un diplomado de farmacoeconomía en oncología, así como trabajar con agencias regulatorias y los equipos que realizan las evaluaciones fármacoeconómicas. Sin duda alguna, las evaluaciones económicas en el área de la salud, y especialmente en la oncología, son de gran valor y utilidad. Sin ellas, es impensable en los tiempos actuales pensar que un nuevo tratamiento estará disponible para los pacientes. Los profesionales de la farmacoeconomía deben ser el equivalente a una bisagra entre los clínicos y los administrativos. Para ello, es necesario un mayor acercamiento e interacción con los profesionales de la salud, así como una mayor difusión y preparación de los médicos en este tipo de evaluaciones. Por increíble que parezca, en nuestra región, donde los recursos son escasos (en realidad, financiar el tratamiento del cáncer es “un barril sin fondo” para todos los países), uno de los aspectos que lamentablemente forma parte de las limitantes en esta área es la falta de expertos en evaluaciones económicas en la mayoría de los países. Un porcentaje alto de los expertos trabaja exclusivamente para empresas privadas ante la falta de opciones o estímulos en el sector público. Parte del trabajo a realizar incluye generar incentivos adecuados para incrementar el número de expertos acorde a las necesidades de cada país.

Los retos a corto plazo son evidentes: trabajar en la difusión de los conceptos de la farmacoeconomía entre los profesionales de la salud, impulsar la formación de expertos en farmacoeconomía, dejar de extrapolar guías externas como si fueran intercambiables entre los países favoreciendo las evaluaciones locales y, crear unidades con expertos en la evaluación de las tecnologías de la salud a nivel institucional incluyendo la participación de profesionales de la salud y administrativos.

Dr. Fernando Aldaco Sarvide
Oncólogo Médico
Ciudad de México, México