Parece que siempre vamos tarde, tanto en el tratamiento del cáncer como en el reconocimiento de las vías de “génesis” del mismo; tanto así que existe evidencia de la aparición del cáncer incluso desde antes de la del ser humano en la tierra. Hace algunos años Rothschild describió el hallazgo de tumores óseos (como osteoblastoma e Histiocitosis de Langerhans) en algunas especies de dinosaurios hace más de 75 millones de años. [1]
En los seres humanos la primera descripción de cáncer (que en la actualidad corresponde al más frecuente) fue en Egipto; aproximadamente en el año 3000 a.C, en el papiro de Edwin Smith: El cáncer de mama (que corresponde aproximadamente al 12.5% de todos los cánceres a nivel mundial en el 2020). [2]
El origen de la oncología moderna denominada como ciencia fue apenas hasta el año 1700, a través de la descripción de los primeros agentes cancerígenos (tabaco y hollín) y su relación en el desarrollo de cáncer escrotal en trabajadores de chimeneas (“Chimney-Sweep´s Carcinoma”) por Percival Pott en 1776. [3]
El tratamiento del cáncer fue inicialmente quirúrgico hasta 1890 y posteriormente se sabe que los inicios de la quimioterapia no fueron nada amigables, ni mucho menos dignos de admiración. En 1914, durante la primera Guerra Mundial, el uso del gas mostaza, químicamente conocido como Bis (2-cloroetil) sulfano (un agente vesicante), fue una de las armas químicas más letales diseñadas por la humanidad, a la que se le atribuyen más de 90 mil muertes; [3,4] incluso ha estado presente en las guerras actuales de Medio Oriente[5]. Más tarde, en 1929, Berenblum se adjudica el estudio de propiedades anticancerígenas de la mostaza-sulfurada, [6,7,8] que en la actualidad corresponden a la piedra angular del tratamiento de neoplasias linfoides y mieloides, sarcomas, cáncer de mama y algunos otros subtipos.
Asimismo, a principios de 1900 surge la terapia antihormonal en ciertos tumores “hormono-dependientes”, como el cáncer de mama y de próstata, principalmente. La primera descripción de la inhibición androgénica corresponde al Dr. Charles C. Huggins y al Dr. Clarence V. Hodges, en donde observaron disminución del volumen prostático en canes tras la castración, y la respectiva homologación en seres humanos confirmando la dependencia de las células prostáticas con el estímulo androgénico. [9]
En la década de 1980 surgen las terapias dirigidas, tras el análisis y descripción de mecanismos moleculares responsables de la transformación neoplásica de las células y diferentes genes supresores tumorales.
La terapia inmune, por otra parte, se cree que es uno de los tratamientos más importantes de reciente incorporación al arsenal terapéutico de la oncología; sin embargo, al padre de la inmunoterapia, William Bradley Coley, se le reconoce desde 1891 su uso y experimentación para el manejo de tumores óseos. [10,11] Y más recientemente, en 2018, los galardonados del premio Nobel: James P. Allison y Tasuku Honjo, fueron acreedores al Premio por el descubrimiento de la terapia contra el cáncer mediante la inhibición de la regulación inmune negativa (lo que hoy en la actualidad conocemos como anti-PD1, anti-CTLA4). [12]
El siglo XX depara aún más complejidad en el tratamiento contra el cáncer, nuevas y más selectivas moléculas capaces de seleccionar el mecanismo patogénico y actuar directamente en cascada abajo la división tumoral; así como las nuevas terapias con células CAR-T que aún más evocan la personalización e individualización de las terapias anticáncer.
Pero el futuro, a pesar de alentador y quizá intrigante con la aparición y el involucramiento de la Inteligencia Artificial, que incluso ahora se le contempla en el diagnóstico oportuno, me genera ciertas preguntas que no se pueden responder: ¿Cuál será el futuro del oncólogo médico?; ¿qué rol tendremos?; ¿cómo se definirá la amalgama entre paciente, médico y nueva tecnología que se acerca a pasos agigantados?
Me parece que las nuevas terapias blanco para cada paciente, mutación y/o tumor corren el riesgo de nublar la interacción humana médico-paciente. Sí, me atrevo a decir que la prioridad actual de la ciencia es el cáncer por sí mismo, y no el paciente que recibe las consecuencias del tratamiento. Se están haciendo terapias altísimas en costo, toxicidades inimaginables que repercuten en calidad de vida y cuyo beneficio clínico es limitado.
Durante la ideación y redacción del presente texto reflexiono y cuestiono qué se plantea en el horizonte oncológico, ¿estamos al borde de vivir una paradoja de la “despersonalización del tratamiento dirigido contra el cáncer”?
Fuentes consultadas:
Dr. Alan L. Reyes
Oncólogo Médico
Monterrey, Nuevo León
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