Junio 4, 2025
Prometeo encadenado y la inteligencia artificial
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Octubre 25, 2024

Prometeo encadenado y la inteligencia artificial

Octubre 25, 2024

Frecuentemente escucho a las personas que utilizan la inteligencia artificial (IA) hablar extasiados de lo útil que ésta puede ser, se maravillan de la rapidez para procesar la información, así como la capacidad de aportarnos respuestas que a un ser humano le serían imposibles o le llevarían demasiado tiempo; obviamente, yo tengo un serio sesgo generacional que me hace ver con mucho recelo muchas de las aportaciones de la IA, no dudo de su utilidad en el presente y futuro; sin embargo, el cerebro, de forma metafórica, es como un músculo, si no se usa se atrofia, ¿acaso existe un riesgo elevado de que la IA nos vuelva una sociedad de bajas capacidades mentales? paradójicamente, ¿podríamos regresar a los tiempos previos a la entrega del fuego del conocimiento por Prometeo? no podemos pasar por alto que los seres humanos tienen uno de los procesos de crecimiento y desarrollo más lentos del reino animal, el paso de la infancia a la edad adulta está limitado en gran medida por el “desarrollo del cerebro y la cantidad brutal” de glucosa que requiere durante este proceso; entonces, ¿la IA va a borrar de un plumazo ese proceso? quizás los más entusiastas están esperando que la IA les responda a creyentes y no creyentes todas las dudas acerca de la existencia de Dios (por cierto, como parte del ejercicio y dudas que me surgieron durante este escrito, le pregunté a un programa de IA si Dios existía o si creía en Dios, la respuesta me pareció bastante limitada). ¿Esperamos que una máquina nos dé respuestas a preguntas complejas que solo el cerebro humano se puede plantear?

Recientemente, discutíamos con algunos médicos del hospital acerca de la IA; su utilidad en el presente, así como las implicaciones actuales y futuras de la herramienta; en paralelo, en las mismas fechas, se informaba en los noticieros una nota acerca de una cirugía realizada a más de mil kilómetros de distancia entre el paciente y el cirujano, todo utilizando modernos equipos de comunicaciones y avanzada tecnología médica. En las imágenes se podía apreciar las expresiones de orgullo y emoción de los médicos y el personal del hospital (¿habrá pasado por su mente que en unos años o décadas todos ellos, con sus caras de orgullo, se quedarán sin trabajo y serán sustituidos por la tecnología que tanto admiran?). Todo lo anterior me hizo recordar la canción “Genesis Ch. 1, V. 32” del álbum I Robot de 1977 del grupo británico The Alan Parsons Project, en donde un supuesto versículo 32 presupone la creación por el ser humano de un robot a imagen y semejanza del hombre, la creación de una máquina que “sustituirá y devorará” a la raza humana; en pocas palabras, el hombre jugando a ser Dios.

Para algunos, la IA puede ser algo relativamente nuevo y para los más jóvenes será algo que siempre existió, en realidad ni lo uno ni lo otro es cierto. Conceptualmente, la idea de la IA surge en los años cincuenta, a mediados del siglo pasado. Históricamente, varios eventos a lo largo de las últimas décadas moldearon el camino hasta el día de hoy. Viajemos algunas décadas al pasado; estamos en los primeros años posteriores a la disolución de la vieja Europa oriental; desde la RDA hasta el mar Caspio y los montes Urales, gran parte de la Europa del Este se desmorona como castillo de arena. El libro El fin de la historia de Francis Fukuyama estremece al círculo rojo y presupone inocentemente el principio y fin de todo. Es en ese momento cuando tenemos un evento que para muchos podría pasar desapercibido, pero para los que nos apasiona la historia y el conocimiento más allá de la medicina se trata de un punto de referencia imborrable. En febrero de 1996, en una fría ciudad de Filadelfia, uno de los mejores ajedrecistas de la historia, Garry Kaspárov, se enfrenta a la supercomputadora de IBM “Deep Blue” en una serie de partidas que confrontan al hombre y la máquina. Este encuentro y el que se dará posteriormente representan un punto de inflexión, así como uno de los primeros acercamientos a lo que más adelante derivará en la IA del presente. De ese momento al día de hoy han pasado muchas cosas, y más de uno cae rendido más por la tecnología que por la capacidad del hombre de crearla.

No estoy en contra de la IA, de hecho, en situaciones limitadas la utilizo (estoy hablando de situaciones en las que una persona puede hacer una elección entre las capacidades personales y un programa de IA). Es obvio que en muchos escenarios y momentos es de mucha utilidad. Lo que en realidad me preocupa es la forma en que podría afectar el proceso de formación y pensamiento de las personas/médicos. No es raro ver en el hospital durante el pase de visita, clases o discusión, a muchos de los participantes buscar respuestas a preguntas clínicas que se plantean utilizando algún programa de IA. Evidentemente, las respuestas llegan de forma rápida (la inmediatez de los tiempos modernos ha permeado a la medicina indudablemente); no obstante, se vuelve evidente cuando uno cuestiona las razones por las que una persona llega a esas ideas o conceptos que todo el trabajo de análisis es muy endeble, eso sin contar que en muchas ocasiones, la información que nos aporta la IA no siempre es verídica. Otro ejemplo que me pareció “aterrador” sucedió en el servicio de urgencias del hospital. Un residente de un servicio ajeno a oncología médica recibió a una paciente que acudió a valoración; el residente completó el interrogatorio y la exploración física, ingresó la información a un programa de IA y la respuesta la incluyó en su nota médica como si fuera un análisis personal. Es probable que el residente creyera ser el más inteligente de todos, que su trabajo era el mejor y sobre todo, el más innovador cuando en realidad simplemente estaba desechando y tirando a la basura todo el proceso necesario para un adecuado aprendizaje y desarrollo como médico o persona.

Es inevitable el avance de la IA; la mayoría de los médicos, si no es que todos, utilizarán la IA de forma irrestricta en todas sus actividades o serán desplazados por esta; sin embargo, mientras existan enfermos que busquen algo más que la respuesta de una IA o que crean que sentarse frente a una persona es preferible a buscar apoyo y consuelo en una máquina, existiremos los que pensamos que, de momento, es mejor quedarnos con nuestro cerebro.

Dr. Fernando Aldaco Sarvide
Oncólogo Médico
Ciudad de México, México