Hace 40 años, un 5 de junio de 1981, el Centers for Disease Control and Prevention con sede en Atlanta, Georgia, publicó en su principal órgano de difusión (Morbidity and Mortality Weekly Report) un pequeño documento alertando a los profesionales de la salud por la aparición en California, Estados Unidos, de cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii, candidiasis e infección por citomegalovirus en hombres no mayores de 36 años asociados a una aparente “disfunción” del sistema inmunológico (https://www.cdc.gov/mmwr/preview/mmwrhtml/june_5.htm).
Los responsables no lo sabían, pero ese pequeño escrito de tan solo 916 palabras marcaba el inicio de un maremágnum que cinco años después sería conocido como síndrome de inmunodeficiencia adquirida o SIDA; una época de miedo, inseguridad, paranoia, estigma, discriminación e ignorancia que en muchos casos se prolongaría hasta nuestros días, estaba por iniciar. Pasaron dos años antes del descubrimiento del virus y casi seis años antes de contar con una opción de tratamiento medianamente aceptable.
La revolución sexual, el sexo sin protección, la aparición de antibióticos efectivos contra enfermedades de transmisión sexual, el desarrollo de nuevos métodos de planificación familiar, el progreso de los hemoderivados, el incremento en el uso de drogas intravenosas, la migración a los centros urbanos y la facilidad para desplazarse a grandes distancias que se presentaron durante la segunda mitad del siglo pasado fueron un auténtico caldo de cultivo que volvió inevitable la aparición de la pandemia más importante de finales del siglo XX. Se estima que cerca de 35 millones de personas han muerto por VIH y casi 78 millones de personas se han infectado.
Sin menoscabo en la tragedia que provocó el VIH, las historias paralelas a la pandemia traspasaron algunos de los conceptos médicos y se desarrollaron de forma cautivadora a lo largo de los años. Algunos ejemplos de estos subtramas son: una carrera desenfrenada entre los grandes centros de investigación por descubrir el agente causal, el desarrollo contra reloj de una terapia efectiva, la incapacidad de los gobiernos para enfrentar un problema o reconocer la enfermedad, la formación de grupos de interés para exigir acciones y apoyo de los gobiernos, acusaciones de plagiar el descubrimiento del virus entre investigadores y gobiernos, falsas historias de mensajes de bienvenida en los espejos de los hoteles, historias de conspiraciones gubernamentales para crear el VIH tan reales como la evidencia de la existencia de Santa Claus narrada por un niño de 5 años, y finalmente, un afamado científico laureado en el año 2008 con el premio Nobel por el descubrimiento del VIH “perdiendo la brújula y coqueteando” con los movimientos antivacunas y los beneficios de la homeopatía.
La oncología no fue ajena a la pandemia, tres enfermedades destacaron como neoplasias definitorias del SIDA, dos de ellas, independientemente del VIH, eran frecuentes aun antes de la pandemia, estas incluyen al cáncer del cuello uterino y linfomas de células B. El sarcoma de Kaposi, una enfermedad poco frecuente, emergió en los albores de la pandemia como la neoplasia insignia asociada al síndrome. A mediados de la década de los noventa del siglo pasado, cuando los primeros tratamientos efectivos con un perfil de toxicidad adecuado estuvieron disponibles y se establecieron las diversas estrategias terapéuticas o de profilaxis en los diversos escenarios, se logró finalmente convertir lo que se consideraba una sentencia de muerte en una enfermedad crónica. Junto con los nuevos tratamientos, las tres neoplasias características y asociadas al VIH/SIDA presentaron una disminución sustancial. El sarcoma de Kaposi asociado al VIH salió de los escenarios de la misma forma en que apareció décadas antes.
A 40 años del inicio de la pandemia, cuando el éxito de los tratamientos ofrece a los pacientes una esperanza de vida prolongada y las neoplasias asociadas al VIH que definen el SIDA son menos frecuentes, aparecen nuevos escenarios desde el punto de vista oncológico. Epidemiológicamente la pandemia VIH/SIDA se encuentra en una fase “estática”, sin embargo, el envejecimiento de las personas VIH positivas y la aparición de enfermedades asociadas a la edad ofrecen nuevos retos. Se estima que cerca del 20% de las personas con VIH tienen una edad igual o mayor a 50 años (equivalente a 7-8 millones de personas en el mundo). Si uno revisa la incidencia de cáncer en la población VIH positiva podrá observar que a lo largo de los últimos años el número de personas que desarrollan cáncer es superior a lo que se observa en la población general; sin embargo, a diferencia del pasado, en esta ocasión es a expensas de neoplasias no definitorias del SIDA. Un simple dato expone los cambios: actualmente, en Francia, las neoplasias son la principal causa de muerte en población VIH positiva, una de cada 3 muertes es por cáncer (a diferencia de la población abierta, en donde el cáncer provoca a una de cada 6 muertes a nivel mundial). Diversas teorías tratan de explicar los motivos de estos cambios, una extraña y compleja relación entre el VIH, la terapia HAART, otras infecciones virales, el envejecimiento y el cáncer interactúa de forma inesperada. Los tipos de cáncer asociados más frecuentes son el cáncer de pulmón, cáncer de hígado, cáncer de canal anal, orofaringe y linfoma de Hodgkin.
Un mayor conocimiento y entendimiento del cáncer (no definitorio del SIDA) en la población VIH positiva será de gran relevancia en los próximos años. A corto y mediano plazo, se debe trabajar en modificar factores de riesgo (v.g. tabaquismo) y establecer criterios para la detección temprana del cáncer en población VIH positiva. Por el otro lado, la información disponible de tratamientos novedosos contra el cáncer (v.g. inmunoterapia) en pacientes VIH es limitada; en general, los protocolos de investigación no permiten el ingreso de personas VIH positivas, por lo que establecer la eficacia y los riesgos con estas modalidades de tratamiento es imperativo.
A principios de este siglo, la prestigiosa revista Nature le preguntó en una entrevista “informal” al famoso científico Gerry Melino: ¿Qué extravagancia podrías hacer y salirte con la tuya debido a tu eminencia? Su respuesta fue:
“Nunca pude igualar a Luc Montagnier, cuya casa fue asaltada y varias cosas robadas. Pero cuando los ladrones vieron su nombre en las tarjetas de crédito, lo reconocieron como el nombre del hombre que descubrió el VIH y lo devolvieron todo. Nunca más entraron en su casa. Eso es eminencia”.
Referencias:
Dr. Fernando Aldaco Sarvide
Oncólogo Médico
Ciudad de México, México
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